Thursday, July 3, 2008

JuanK se va de vaca y sigue la parranda.....

El engreído acalde de la Ciudad de Panamá, mejor conocido como JuaK entre sus amigotes de chupadera, se fue de vacaciones de la Alcaldía e hizo lo que cualquier otro yeyesón con tarjetas de crédito en los bolsillos ejecutaría en tiempos de farra: iniciar el jolgorio a lo grande, para aliviar el estrés causado por las tormentas políticas y la ansiedad desencadenada por la caída en las encuestas.

Está claro que los tragos y el desmadre nocturno, el burgomaestre empezó a vivir la vida loca en su primer día de asueto. De pronto, tuvo el impulso de viajar a Colombia, para ver cómo se colaba en las noticias internacionales, tras la liberación de la Ingrid. Al presidente Álvaro Uribe le hizo una pregunta muy directa: ¿dónde se puede pachanguear aquí, en Bogotá, porque esta liberación nos conviene y hay que pasarla chévere?

Uribe sonrió como perfecto pícaro. Interpretó el pensamiento ladino y señaló con su dedo acostumbrado a jalar el gatillo, un lugar desconocido, donde se desarrollaba un fiesta a toda madre. Hacia ese recinto se dirigió el alcalde plástico, para celebrar como lo hacían los protagonistas en la películas del finado Pier Paolo Pasolini. Se puso un sombrero “paisa”, una ruana roja y unos zapatitos de bailarín cursi y salió al ruedo, en busca de aventuras.

Pocas horas antes había salido del edificio Edén, donde miró con nostalgia (“morriña”, en lengua gallega) el inodoro o trono blanco, donde se inspiró para sacarle provecho al arroz “Compita”. Sobre la repisa del botiquin dejaba la botella de alcohol, para frotarse las manos después de abrazar a gordas untadas de Yodora y cargar a chiquillos culicagados en barrios sucios y sin agua de la capital.

Atrás Abandonó las cremas para el cuidado del cutis y el espejo donde repetidas veces se dijo a sí mismo: “eres un genio JuanK. Te tomaste la Ciudad de Panamá, como lo hizo Henry Morgan, y ahora debes apoderarte de la silla presidencial”. Sin lugar a dudas, el alcalde “compita” es un tipo fenomenal. Sabe vivir, domina el escenario como un predicador con la cartilla de Dale Carnegie y tiene tiempo para las francachelas, antes y después de la política. Las ratas de caño lo adoran y hacen bacanales en el inframundo de las alcantarillas, cada vez que se rompe una tubería de aguas negras y las cloacas se tapan con basura.

Cuando se pasa de tragos, en los “happy hours”, los roedores aseguran que “JuanK va”, pero hacia abajo.